viernes, 22 de mayo de 2009

EL QUE ESTÉ LIBRE DE PECADO...

Me cuenta una amiga que de vez en cuando le asaltan arrebatos de tristeza profunda con llanto sonoro y 'sorbe-mocos', no sabe muy bien por qué, pero le pasa. Y que en esos momentos le apetece hablar con alguien que la haga sentirse bien. Sólo necesita una oreja en la que desahogarse, no quiere juicios, ni palabras de ánimo, sólo un oyente que filtre su pena. Entonces coge el teléfono y entre la larga lista de contactos siempre llama al que más feliz la ha hecho y al que, paradójicamente, menos feliz la puede hacer. Misterios del ser humano. Y a los diez segundos de conversación sabe que no ha sido una buena idea.
Yo era la segunda en su lista. Ataca antes de ser atacada y con resquicios de lágrimas en su voz me dice que no quiere sermones. - Pero, amiga, - le digo, convencida, porque así lo siento -¿quién soy yo para juzgarte? -.

2 comentarios:

Lucía dijo...

tienes razon.... en todo!

Eva dijo...

Pues tú eres tú para juzgarla