jueves, 8 de julio de 2010

DECLARACIÓN DE INTENCIONES




No puedo elegir enamorarme. Pero puedo elegir querer hacerlo. Y quiero.
Ayer estaba tumbada en el sofá, con un cojín en la cabeza y los pies sobre el reposabrazos. Ayer miraba al techo mientras intentaba concentrarme en soportar la atmósfera húmeda y caliente que me impedía pensar con claridad. Ayer recordaba que me gustaba pensar en el objeto de mi amor, o en la sensación del amor sin objeto cuando no podía pensar con claridad. Y ayer no fui capaz.
No me acuerdo de lo que es querer. Veo la foto, me creo que yo estaba allí porque confío en mis ojos, pero no me acuerdo. Antes lo hacía, reproducía los sentimientos pasados a golpe de canciones, olores, paisajes. Imaginaba los sentimientos futuros, arrancándolos al presente como si de verdad no hubiera tiempo.
Pero nada, ya no me sale. Y me da pena.
No quiero enloquecer de amor, que eso no es sano, pero quiero refrescarme la memoria. Levantarme un día y decir ¡ah, coño, era esto!, sentir un querer sereno, un gustar que me gustes, porque yo me lo merezco, y porque tú te lo merezcas. Sobre todo porque tú te lo merezcas.