jueves, 26 de diciembre de 2019

TEATRO

El otro día fui al teatro. Yo, de pequeña (y no tan pequeña) quería ser actriz. Pero lo quería mucho y actuar era una de esas cosas que me hacían sentir bien, muy bien. Por eso, cada vez que entro en un teatro siento algo cálido en el estómago como si volviera a casa por Navidad.

Creo que mi primera gran renuncia en la vida o mi primer signo de madurez/sensatez/cobardía fue renunciar a la idea de vivir del mundo de la interpretación. Pero gracias a que ni siquiera llegué a intentarlo mantengo la ilusión intacta y pienso que igual, algún día, ya jubilada y sin resto de complejos, llegará una oportunidad fruto de la casualidad y a mis setenta y tantos recogeré el Goya a "Mejor actriz revelación". Lo veo.

Pero volviendo al tema. Fui al teatro y viajé en el tiempo. Volví a ser una adolescente dejándose llevar por las emociones, permitiendo que la intensidad de la escena y la penumbra me envolvieran y me penetraran como si aún mi alma lo tuviera todo por aprender.

Lloré por lo que veía y por nada más. Ni por renuncias, ni por fracasos, ni por desamor. Lloré por la vida de otros. Fue liberador.

viernes, 20 de diciembre de 2019

PROPÓSITO

Buf. Esto se me hace raro. 

Antes me salía natural pero es normal que me sienta oxidada. Cinco años sin escribir una línea. 

Y ahora voy a tener que hacerlo asumiendo que voy a sufrir interrupciones del tipo; "mamá, quiero hacer caca", "mamá, Manuela no me deja jugar con la muñeca...", "mamáaaaa, tengo hambreeeee..."

También he asumido que en mucho tiempo, más del que había planeado, no voy a tener ese tiempo ("mamá, ¿qué país es este tan grande azul en el mapa?" )en el que podía pensar en mí y hacer lo que me apetecía sin darme explicaciones, sin sentimiento de culpa, en silencio. ¡Ay! el silencio.

Ahora mismo "debería" estar haciendo las camas pero tengo un propósito, y si no encuentro ni un momento para dejar por escrito mi propósito, ¿cómo pretendo encontrar el tiempo para cumplirlo?.

Hace un año encontré un trabajo que prometía una calidad de vida que llevaba tiempo buscando. Más sueldo, mejores horarios, muy cerca de casa, buenas condiciones.( "mamáaa, ¿qué es esto pegajoso?") Por un momento tuve esa sensación que me da paz y miedo al mismo tiempo de que las cosas se estaban ordenando y las piezas empezaban a encajar. No puedo negar que me gusta el cambio pero me resisto a aceptarlo.  

("¡Mamá! en la tele han dicho vacaciones! ¿Ya son vacaciones?¿podemos irnos ya de viaje?"). Pero, de repente, ¡PAF!, cierre de empresa, paro a los 43 y embarazo sorpresa. ¿Qué?¿cómo te quedas?.

Y me sentí bien. Porque ese trabajo que prometía tanto no me hacía tan feliz y porque de las cosas que siempre quise tener en la vida (vivir al lado del mar, tener un baño con luz natural y tener 3 hijos) por fin, sin esfuerzo, como un regalo de Reyes adelantado, iba a conseguir una de ellas ("mamá, ¿hoy cuando se haga de noche podemos hacer una acampada?¿mamá, hoy que día de la semana es?¿hoy no hay cole?"). Llámame loca, yo me lo llamo.

Sé a lo que me enfrento, o quizás no, pero no me importa. Pero sé que voy a necesitar más que nunca pararme a pensar. Y si escribo pienso mejor. Y si pienso mejor soy más feliz.

Así, que a 10 días de que se acabe el año y la década, ya he hecho los deberes y tengo mis propósitos de año nuevo. Soy ambiciosa, pero el mundo es de los valientes:

1. Escribir en el blog. De vez en cuando. Una vez al mes estaría bien. 
2. Leer un libro al mes. Mínimo. Sin excusas.
3. Verme las ¿11? películas de la saga de Star Wars. Necesito entender un poco mejor a mi marido.

Allá vamos.